No hace mucho tiempo, y espero que todavía siga siendo así, saber la vida de los demás era catalogado de cotilla y se veía como una cualidad muy fea. ¿Quién no ha tenido una vecina cotilla? Esa que siempre sabía cuando salíamos de casa, cuándo y cómo volvíamos, con quién íbamos, con quién dejábamos de ir, qué ropa vestíamos, en qué trabajábamos o qué estudiábamos… Esas cositas que, realmente, no le deberían de interesar a ninguna persona ajena a nuestro círculo personal. Pero bueno, ahí estaba ella, todo el día asomada a la ventana para ver que se cocía por la calle.
De niños, inocentes de nosotros, respondíamos amablemente a la vecina diciéndole la verdad, sin tener en cuenta que esas palabras podrían tener repercusión de alguna manera en nosotros.Con el tiempo y, cogiendo picardías, empezamos a desarrollar ciertas pautas para que la vecina no nos viera cuando pasábamos y así poder pasar desapercibidos sin el exhaustivo examen diario. Pero, ay cuando nos apañaba!! “¿A dónde vas hijo? Hace tiempo que no te veo. ¿Sigues estudiando? Que feo te has dejado el pelo. Y ese pendiente, pareces un macarrilla…” En esos momentos tenías cuatro opciones. No contestarle y seguir tu camino, contestarle muy mal (ambas mala idea, ya que te tacharía de mal educado y todo el barrio lo sabría), contestarla con la verdad (la liaste, otra vez estas en su círculo) o mentirla y salir airoso.
¿Por qué os cuento esto? Porque hoy en día tenemos algo parecido. Los Smartphones, y más concretamente los servicios que usamos con ellos, son la nueva vecina cotilla. El problema es que todavía somos unos niños con ellos, grandes, pero niños. Los teléfonos saben por dónde andamos, cuales son nuestros amigos, las compras que hacemos, cómo nos acicalamos para salir, etc. Y lo peor de todo es que somos nosotros mismos los que se lo decimos. La vecina quería saber todo de todo el mundo simplemente por conocimiento y, pensando mal, por malmeter, pero los Smartphones no tienen ese objetivo en mente, su objetivo es el dinero. Ahora que sabemos esto, como hicimos cuando crecíamos, deberíamos de aprender ciertas pautas para evitar que estos cotillas de bolsillo recopilen toda nuestra información.
Aparte de leer los permisos que piden las apps, una de las técnicas que ha dado mejores resultados, es la de utilizar firewalls. Actualmente en GooglePlay hay muchas opciones que ofrecen esa funcionalidad. Pero ¿entendemos que es un firewall en un dispositivo móvil? A grandes rasgos, el funcionamiento de un firewall es el de evitar accesos no autorizado a recursos del sistema, permitiendo los que sí lo estén. En un dispositivo móvil estos recursos pueden ser los SMS, los contactos, la ubicación GPS, el micrófono o la cámara entre otros. Como ejemplo, un firewall para Smartphone debería advertirnos de que la linterna quiere acceder a nuestros SMS (leer o enviar), ya que no es normal que una linterna tenga ese comportamiento. El problema, al menos para mí, es que no me suelo fiar mucho de ese tipo de aplicaciones de terceros. Pero bueno, hay que hacer un salto de fe.
Aplicaciones como DroidWall o LBE, son soluciones bastante buenas pero, con la primera no quedé muy contento cuando la usé y con la otra, la versión en inglés dejó de funcionar para las nuevas versiones de Android y la que funciona está completamente en chino. Por otro lado, la ROM más conocida en el mundo Android, CyanogenMod, desde el escándalo de la NSA, se ha puesto las pilas y ha metido el sistema de privacidad de manera nativa en su sistema. Concretamente evitando que ciertas apps puedan acceder a recursos como la ubicación, los contactos, las llamadas, los SMS, la cámara, el micrófono, las conexiones, etc. A título personal, yo utilizo Xposed con el módulo de Xprivacy
A modo de conclusión, comentaros que, si odiábamos que una vecina cotilla estuviera al tanto de lo que hacíamos o dejábamos de hacer, simplemente porque no es de su incumbencia, ¿por qué dejamos que nuestro dispositivo cotillee lo que no debe? ¿Es más sano que nuestro Smartphone sepa cosas nuestras a que lo sepa la vecina? Pensar que las grandes compañías tecnológicas ganan dinero de los datos, ¡nuestros datos!, que nosotros mismos les regalamos a cambio de un dispositivo molón. La privacidad es algo que se está perdiendo a pasos gigantescos y, por desgracia, de manera irremediable. La próxima vez que utilicéis algún asistente de esos que tan de moda están, llámese GoogleNow, Siri, Cortana o Sherpa, al decir la palabra “mágica” pensad si solo escucha esa palabra y se activa o procesa todo lo que habláis.